El cultivo de cactus y suculentas
El Medio
Las plantas suculentas requieren, en primer lugar, ser colocadas en un lugar tan luminoso como sea posible, recibiendo, al menos durante una parte del día, una irradiación solar directa.
La mayor parte de las plantas suculentas crecen bien en invernaderos. Se trata de un medio que puede proporcionar a los vegetales abundante luz, calor y aire húmedo, pudiéndose regular a voluntad estas condiciones. Además, pueden reproducirse allí las mejores condiciones de reposo invernal; los invernaderos son, por lo tanto, el medio ideal para colocar a estas plantas.
Un invernadero de plantas suculentas debe estar colocado a pleno sol y al abrigo del viento. Es igualmente importante proporcionar un medio de ventilación, si no se quiere ver a las plantas achicharrarse los días de mucho sol.
La Temperatura
La gran mayoría de las plantas suculentas requieren para un crecimiento óptimo, temperaturas relativamente elevadas y soportan sin verse afectadas temperaturas superiores a los 40C. Lo ideal es mantener la temperatura entre 25 y 35 C. Esto se aplica sobre todo a las plantas de origen tropical; sin embargo, las plantas oriundas de las regiones de gran altitud o de las zonas alejadas del ecuador, prefieren temperaturas algo inferiores. Estudios recientes han demostrado que las especies adaptadas para vivir en los desiertos áridos necesitaban, para un buen crecimiento, fuertes oscilaciones térmicas (crecen mejor cuando el calor diurno es seguido de un descenso súbito de las temperaturas nocturnas). Esta regla se aplica también a ciertas especies de plantas suculentas de montaña, como Tephrocactus, Lobivia, etc. Se recordará además que la temperatura no es más que uno de los factores que actúan globalmente sobre la planta y que tiene con ella ciertas relaciones que hay que respetar. Así, por ejemplo, una temperatura elevada llevada hasta un fuerte grado higrométrico provoca el crecimiento de los brotes y de la planta, al igual que una temperatura elevada unida a la sombra; mientras que una fuerte temperatura, sequedad y mucho sol detienen el crecimiento.
La Luz
La luz es responsable de la mayoría de los procesos vitales de un vegetal: es fuente de energía, influye en la forma de los órganos y en la periocidad de la vida. Una luz insuficiente implica lentitud de crecimiento, las plantas se deforman, se marchitan, crecen poco, su coloración típica se altera, resisten menos a las enfermedades, etc. Un gran número de plantas suculentas viven naturalmente en un medio marcado por un exceso de luz, de manera que sus formas ya están un poco modificadas aunque crezcan en nuestras latitudes (las espinas y los pelos son menos fuertes y están más separados entre sí, los tallos son más largos, etc.). El peligro reside aquí en las modificaciones de intensidad luminosa: los rayos violentos del sol primaveral pueden quemar las plantas que no están acostumbradas al sol durante el invierno. Es, por lo tanto, necesario acostumbrar a los vegetales al sol al principio del período vegetativo y protegerlos del calor directo del sol.
El Agua
Salvo algunas excepciones, todas las plantas suculentas absorben el agua por sus raíces. Los riegos permiten también los movimientos y, después, la absorción de los elementos nutritivos disueltos en el agua. El agua de riego debe ser, por lo tanto, dulce, siendo lo ideal agua de lluvia, y su temperatura debe ser superior a la del aire. Se puede "endulzar" un agua dura añadiéndole una pequeña cantidad de ácidos (acético, fosfórico, cítrico, nítrico...). Al principio, hay que controlar cuidadosamente el pH con ayuda de un papel indicador, con un poco de práctica se podrá ajustar la solución "a ojo" de manera que no descienda de un pH 4.
Numerosas especies originarias de las regiones áridas son muy sensibles a la humedad excesiva del sustrato, sobre todo cuando se produce por una disminución de la temperatura o a causa de una humedad prolongada. Por el contrario, estas especies reaccionan muy positivamente a los riegos regulares: alternancia de períodos de riegos intensivos con tiempo seco y una sequedad total de las raíces y del suelo durante varios días. El exceso de agua en el suelo, unido a un tiempo frío, frena la actividad de las raíces y estimula el desarrollo de las bacterias o de los mohos, lo que lleva a la podredumbre de las raíces e incluso a la muerte de la planta. La dosificación correcta de los riegos y su espaciado constituye uno de los puntos claves del cultivo de las plantas suculentas. La conformación del sistema de las raíces permite, en cierta medida, prever las necesidades de agua de tal o cual especie: aquellas que poseen raíces cónicas o tuberosas son, generalmente, las más xerófilas. No se puede dar ninguna receta sobre las fechas o la importancia de los riegos. Pero es posible aprender a adivinar el momento justo a fuerza de observar bien los vegetales.
El Suelo
Siempre que se tenga interés por el cultivo hay que tener cuidado de que los sustratos sean tan permeables como resulte posible, absorbiendo fácilmente el agua y secándose con la misma facilidad. Las especies frágiles, por ejemplo, requieren mezclas con una fuerte proporción de arena, gravilla, guijarros, gránulos artificiales, cerámica o plástico. Se recomienda incorporar al sustrato al menos un 30 % de tales materiales, aunque esta proporción puede ser aumentada sin inconveniente. Las raíces frágiles de los géneros Ariocarpus, Astrophytum, etc., no soportan la presencia de materias orgánicas en descomposición (humus) y la mezcla no deberá incluir más que una arcilla mineral. La mayoría de los otros vegetales crecen, sin embargo, mejor cuando su suelo contiene materias orgánicas, incluso turba. El cultivo sobre materiales naturales y sintéticos da también buenos resultados: mezcla de arena y turba, de turba y de materias plásticas, sustrato de gravilla, de partículas cerámicas, de lava, etc. Evidentemente, este tipo de materiales es pobre en elementos nutritivos por lo que habrá que aportar éstos en el agua de riego (en forma de abono). Todo sustrato, sea natural o sintético, termina por saturarse por un exceso de sales naturales que influyen en el pH. Éste tiene tendencia a alcanzar valores básicos indeseables. Por lo tanto, habrá que transplantar más pronto o más tarde (aproximadamente cada 2-4 años) los vegetales a un sustrato fresco. No debe olvidarse además que el sustrato contiene una parte de componentes vivos. Bacterias, hongos, protozoos u organismos superiores pueden estimular la absorción de los elementos nutritivos por la planta o, por el contrario, frenarla. Con ciertas especies frágiles, se debe tener cuidado en la desinfección del sustrato antes de plantarlas (con calor, fungicidas apropiados, etc.).
El Transplante
La mejor estación para cambiar la planta de maceta es el inicio del período vegetativo, en la mayoría de los casos la primavera. Aunque sea urgente realizar el trasplante nunca se recomienda el invierno, ya que los daños ocasionados a las raíces pueden provocar la destrucción de la planta. Todo el sustrato debe ser renovado, incluido el de la raíz: se cambia de maceta para hacer caer el «suelo» viejo, después se recortan las raíces hasta un tercio de su longitud inicial. Las especies frágiles pueden dejarse algunos días al aire, sin suelo, de manera que se sequen bien todas las heridas. Después de haber colocado las raíces en el recipiente se llena éste con un sustrato seco pero no se riega después de plantarlo. Los ejemplares de cierto tamaño serán estabilizados con la ayuda de guijarros, grava, etc., colocados alrededor del cuello de la planta, lo que impedirá que se balanceen. Las plantas que han sido trasplantadas deben estar al calor y a la sombra, en un lugar cuya atmósfera sea bastante húmeda, pero siempre sin regarlas. Los riegos prudentes no empezarán hasta varios días más tarde. No debe entonces proporcionarse más que el agua suficiente para impedir que las raíces se sequen completamente. Sólo cuando los signos de crecimiento aparezcan en la planta (yemas, coloración verde vivo de los extremos, etc.) se podrá aumentar el aporte de agua. Algunas plantas suculentas pueden ser colocadas en el exterior durante toda la estación favorable. Sin embargo, a principios de invierno conviene situarlas en el interior, donde no corren el peligro de helarse. En este caso, basta con colocarlas en un recipiente estrecho y recubrir las raíces con turba seca o turba mezclada con arena. No debe regarse en todo el invierno. Los ejemplares de tamaño grande soportan mejor los inviernos sin recibir agua.
El Abono
En condiciones óptimas de luz, calor y humedad, el aporte de elementos nutritivos es lo que determina la velocidad de crecimiento, la coloración de las hojas, la longitud y la consistencia de las espinas, la cantidad y el tamaño de las flores. Un buen abono permite también espaciar los cambios de maceta. Cuando se cultivan plantas suculentas sobre soportes sintéticos, es necesario aportar elementos nutritivos con cada riego. No se abona, sin embargo, más que en el período propicio a la vegetación (primavera y verano) y solamente con fertilizantes que presenten una tasa equilibrada de nitrógeno, fósforo y potasio. Existen en el comercio productos suficientes para que esto no constituya un problema.